El valor del boceto
El diseño –gráfico, industrial, branding…- requiere de un proceso de análisis y de síntesis. Tomamos una gran cantidad de decisiones en la fase de diseño que más tarde repercutirán en el resultado final de un proyecto de manera decisiva.
La conversión de los conceptos en formas y gráficas pasa por una fase de bocetaje donde seleccionamos, comparamos y comenzamos a dar personalidad propia a una idea. Creamos una narrativa visual y marcamos estilos y tonos de comunicación. Definimos.
Un proyecto gráfico sin una fase donde el boceto sea el protagonista corre el peligro de quedar incompleto, puesto que si ejecutamos directamente una marca, un producto o una gráfica sin este trabajo previo, no estamos dando un tiempo para la reflexión, no nos estamos encontrando con contratiempos, no estamos aportando valor y posiblemente estandaricemos la solución haciéndola similar a otras existentes, más condicionada por el propio software que utilicemos que por las capacidades del propio diseñador.
Un boceto da pie a la experimentación, al pensamiento, al desarrollo de conceptos y a la comparación entre rápidos esquemas. Si además buscamos diferentes medios: lápiz, tijeras, cartón, soportes, etc. Los resultados se ampliarán aportando nuevas ideas que de ninguna manera aparecen trabajando directamente con un software.
Los mejores diseños siempre han surgido de bocetos más o menos trabajados, en los que podemos ya dilucidar cual va a ser el resultado. Además, puede ser incluso útil para aclarar y consensuar ideas con el cliente, en una fase previa que acote el concepto, optimizando el tiempo de ejecución y trabajando sobre conceptos claros y previamente validados.